miércoles, 21 de mayo de 2014

Contigo (en una silla)



Querer y desear
Implican estos dos verbos la necesidad de amortiguar pasiones incontroladas que se agitan en nuestro interior como fuerzas vitales que nos hacen sentir en plenitud la sensación inigualable de sentirnos vivos, activos, conscientes, conectados al lugar orgánico en el que desarrollamos nuestro potencial humano.
Estremece sentirse uno codiciado para justificar una existencia. Tan sublime experiencia parece reservada a unos pocos, elegidos y selectos.
Naturalizar esa sensación redime y ubica. Te posiciona en el lugar exacto que te corresponde. Es estupendo sentirse así, pero no se debe magnificar el hecho, corremos el peligro de malinterpretarlo. Cualquier ser vivo cumple dicha función con su entorno.
Tener la suerte de que te hayan verbalizado el sentimiento de ser querido no te sitúa en plano diferente al resto de seres. Todos somos queridos y necesitados.
Ahora bien, disfrutar la inmensa fortuna de haber podido oír, sentir, interiorizar el mantra te quiero, pronunciado por un ser con la valentía suficiente para poder manifestar su pasión y hacerte partícipe de ella, es una dicha a la que estamos obligados como consecuencia.
Es un privilegio que debes metabolizar para que quede incrustado en tu ser y te acompañe en el camino hacia la fusión última, hacia la comunión definitiva.
Se hará el camino completo y dichoso
Trascenderás de forma natural y alcanzaras plenitud.
Entenderás sin saber
Amarás como se debe
Fluirás con el entorno y formarás parte única con él
Esa dicha te la proporciona el sentirte querido

Gracias a los valientes que son capaces de decir, Te quiero.
Los queremos y necesitamos

"vivir es saber no entender ni entendernos del todo" A. Gabilondo,  Contigo

lunes, 19 de mayo de 2014

Experiencias cotidianas, como si hablásemos de filosofía

Agradezco los lunes, como si fuesen el último día.




Las experiencias turbadoras tienen algo de catártico. Nos ofrecen una nueva posición, no siempre amable, desubicándonos de la apacible existencia. Recobramos gracias a ellas el sentido del equilibrio, y con ello el arte de la pirueta, tan necesaria como olvidada actividad que cualquier ser necesita ejercer para no perder el norte del sinsentido.
La rutina vital, reconfortante coartada de refugio, queda expuesta y con ello, nuestro culo al aire, la fragilidad de la  atrincherada existencia abre boquete por el que se cuelan realidad y verdad.

Menos prozac y más San Juan de la Cruz
"...toda ciencia transcendiendo..."


Uno cobra conciencia de si mismo en su relación con el prójimo; y por eso la relación con el prójimo es insoportable.

Plataforma, Michel Houellebecq


sábado, 3 de mayo de 2014

¿¡He de callar!? ...o sigo así...


A más velocidad


Se sucedió otra derrota pronosticada,
y con ella el consuelo de la siguiente batalla,
de antemano perdida.
 
Y no será por falta de ambición, no.
No será por falta de entrega y tesón.
La lucha, de antemano estaba perdida.
Queda el consuelo de ignorarlo.

Las batallas, como la vida,
siempre se pierden.
Lo demás,
fantasías, ilusiones, engaños...
Nunca hay victoria en la lucha.

Luchar significa la derrota pronosticada.

La tensión de la vida
no da para reparar en ella.
Todo es demasiado frenético.
Me siento, lo soy, un zascandil.

No puedo,
no valgo, o
no quiero.

O todo es demasiado
o nada es mucho.

Me movía mejor antes, hace un tiempo,
cuando todo iba más despacio.
No, despacio no, a otro ritmo.
Al ritmo natural del día.

La noche y el día,
la luna y el sol,
y el caracol,
como burgués de la vereda.



Entiendo tan poco de todo
que bien podría escribir un libro. Con perdón.